Ha sido a lo largo de la última década que los smartphones se han convertido en nuestro principal dispositivo para comunicarnos. Un aparato que llevamos siempre encima y que con la proliferación de las aplicaciones de mensajería, videollamadas y las redes sociales, son un foco constante de atención. Tanto por nuestra parte como por la de los demás, que no pierden ocasión de comprobar qué impacto tienen sus publicaciones y comentarios, lo que algunos creen que se traduce en un aumento de la popularidad. Y como una rueda que no se detiene, esa necesidad de saber, de sentirnos parte de una comunidad más grande y de ser aceptados puede ocasionar graves trastornos. Es más, ¿sabes qué es el minimalismo digital y cómo te afecta?
Ese crecimiento en los últimos años de esa necesidad de estar conectados, participar de las discusiones públicas y mostrar nuestra vida de "color de rosa" ha llevado a que muchas empresas tecnológicas se hayan dado cuenta de los peligros que supone un uso desmedido de nuestros teléfonos móviles o el ordenador. Palabras como "bienestar digital" han comenzado a abrirse paso como una manera de relacionarnos con la tecnología, con el objetivo de apartarnos del poder seductor de la pantalla del teléfono móvil y centrarnos más en el "aquí y ahora". En las personas que nos rodean. En el mundo real. En lo que de verdad nos interesa.
Adictos digitales
Ha sido el fácil acceso a las nuevas tecnologías lo que ha llevado a que, por ejemplo, el porcentaje de niños de 10 años que hacen uso del ordenador se haya situado (según datos del INE de 2017) en el 88,4%, y que ese porcentaje haya crecido hasta el 92,5 en el caso de los jóvenes de 15 años. Si miramos el teléfono móvil, un 75% de los chavales de 12 años ya tiene uno y el 21% de los alumnos de entre 14 y 18 años hacen un uso compulsivo de internet.
El problema de los más jóvenes no es solo un caso de números y de una adopción prematura de estas tecnologías, sino un problema más grave de educación a la hora de utilizarlas. Ordenadores, teléfonos móviles y tablets son herramientas que necesitarán toda su vida, tanto en el ámbito profesional como en el personal, de ahí que una correcta orientación es obligatoria por parte de los padres y tutores para evitar problemas a medida que van creciendo. Uno de ellos tiene que ver, sobre todo, con el papel que esos niños, más tarde adolescentes y finalmente adultos, desempeñarán en el mundo y cómo será de saludable esa relación con una cultura basada, hasta ahora, en una falsa popularidad impulsada por los "likes".
Ese "like" se ha convertido en un símbolo de aceptación social, en una moneda que jóvenes, y no tan jóvenes, utilizan como unidad de medida de su éxito y que en algunas ocasiones da inicio a una rueda que puede ser extraordinariamente peligrosa: mostramos nuestra vida para sentirnos parte del mundo "social" de Instagram, Facebook, TikTok o Twitter; no dejamos de consultar el móvil, compulsivamente, porque creemos que cada vez que lo hacemos tendremos una interacción nueva que nos va hacer sentir bien; esa buena sensación nos lleva a seguir publicando para tener más y más "likes"; ser más y más aceptados que nuestros amigos; y por último, acabamos viviendo enganchados a la pantalla del móvil o el ordenador atentos al más mínimo cambio o comentario nuestro o de los demás.
Esa tiranía del "like", de la conexión permanente, está en clara retirada y con las principales plataformas de internet eliminándolas para evitar, precisamente, esa ansiedad que provoca en muchos usuarios que viven por y para sentirse parte importante de un entorno más grande. Facebook, Instagram e incluso YouTube ya imponen políticas por las que ocultan a ojos de los demás cuán popular es una foto, un mensaje o un vídeo que hemos subido a las distintas redes sociales.
¿Qué es el síndrome FOMO?
Precisamente, a raíz de conductas como las anteriores, algunos expertos han definido ese "miedo a perderse algo" como FOMO. Se trata de una patología psicológica descrita como una "aprensión generalizada de que otros podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las cuales uno está ausente", y está detrás de esa conducta de miedo y preocupación compulsiva que lleva a consultar el móvil de forma constante en "un deseo por estar continuamente conectado con lo que otros están haciendo".
Ese síndrome lleva a las personas a depender psicológicamente de estar permanentemente conectados, mirando a la pantalla del teléfono móvil o del ordenador, y puede provocar ansiedad e influir de manera determinante en la salud psicológica de las personas y su bienestar, fomentando los estados de ánimo negativos así como servir de caldo de cultivo para sentimientos depresivos. De ahí que, sobre todo en el caso de los más jóvenes, sea especialmente importante una buena educación en el uso de las nuevas tecnologías.
Hacia un uso más consciente de la tecnología
Como os decimos, ha sido durante la última década que la evolución de los teléfonos móviles han llevado a nuestros bolsillos unas poderosas herramientas de comunicación global y, con ellas, decenas de redes sociales que nos mantienen conectados con todo nuestro entorno. Eso llevó a una carrera desenfrenada por parte de las principales compañías para captar nuestra atención, luchando por mantenernos la mayor cantidad de tiempo posible pegados a las pantallas de los dispositivos.
Precisamente, con la proliferación de esos efectos negativos, muchas de esas empresas, dueñas de las principales redes sociales del planeta o de las plataformas online más populares, decidieron corregir el rumbo y centrarse en desarrollar estrategias de "wellness", es decir, de "bienestar digital", que guían permanentemente a los usuarios a través de hábitos saludables en el uso de sus teléfonos móviles y ordenadores. Gracias a ese esfuerzo colectivo, no solo estamos en plena batalla contra los efectos perniciosos del "like", sino que cada vez más usuarios en todo el mundo se autoimponen rutinas estrictas de "desconexión total". Instantes del día en los que desactivan las notificaciones y se centran en lo que les rodea: las personas con las que vivimos, los viejos placeres de conversar, leer o tomar un buen café y, por supuesto, dejar a un lado y tratar en su justa medida la importancia de lo que ocurre en el mundo virtual y "social".
Gracias a esa concienciación, los teléfonos móviles cuentan con aplicaciones específicas para cuidar nuestra salud online, herramientas para controlar las horas de actividad de nuestros hijos en las redes sociales e internet y, más importante todavía, una guía permanente sobre que hábitos debemos seguir para esquivar escenarios de dependencia y síndrome FOMO.
¿Hay solución?
La solución pasa, en el caso de los más jóvenes, por educarlos en el buen uso de la tecnología, enseñándoles la importancia de participar en el debate "social" pero sin dejarse llevar por su supuesta influencia y, por supuesto, haciéndoles conscientes de la trascendencia de mantener la privacidad en sus comunicaciones con los demás, así como las consecuencias que pueden derivarse de un mal uso del móvil o el ordenador, de compartir fotos o vídeos sensibles y de no incitar a conductas que puedan fomentar discursos del odio. Tanto padres como madres y tutores deben llevar un control de su actividad y, en el caso de crearles perfiles en redes sociales, hacerlo siempre con cuentas privadas para que solo puedan interactuar (en un primer momento) con amigos verificados.
En el caso de los adultos, y como suele decirse, no es posible cambiar nuestra personalidad, pero sí podemos intentar redirigirla a través de nuestros hábitos y rutinas. De ahí que sea recomendable marcar una serie de horas al día para "desconectarnos" por completo, dejar el móvil en la mesilla, metido en un cajón, y retomar viejas aficiones que dejamos de lado por culpa de la vorágine del smartphone, internet, las redes sociales y las aplicaciones de mensajería. Aunque parezca mentira, es posible.